EL HECHO ANDRAGÓGICO

El hecho andragógico habla de dos actores principales: El participante y el facilitador(a) y de dos principios fundamentales: la horizontalidad y la participación.

La Andragogía otorga la oportunidad para que el adulto que decide aprender, lo haga participando activamente en su propio aprendizaje e intervenga en la planificación, programación, realización y evaluación de las actividades educativas en condiciones de igualdad con sus compañeros participantes y con el facilitador.

Ello se realiza en conjunto con la promoción de un ambiente de aprendizaje adecuado.
Por lo tanto, la teoría y la práctica Andragógica promueven el desarrollo de un ser humano capacitado y sensibilizado a los cambios que demanda constantemente el mundo globalizado, lleno de competencias y estrategias nuevas a la cual el  adulto debe adecuarse y desarrollarse eficazmente.

El aprendizaje desde el punto de vista andragógico corresponde a un paradigma en el cual el proceso, se transforma en una interacción de iguales, donde el facilitador orienta al que aprende, y facilita la información que el adulto habrá de utilizar para  enriquecimiento de su experiencia en una actividad determinada.

Por lo tanto la relación orientación- aprendizaje, estimula el desarrollo, proactividad y el sentido de autogestión en el participante, en lo que respecta al proceso de aprendizaje y crecimiento personal, el capacitador estimula, en el participante, el espíritu analítico, critico y creativo, para la transformación y mejoramiento de su entorno, logrando que el  sea un sujeto activo en el desarrollo de sus acciones y tenga una opinión valida en su formación o capacitación.

El hecho andragógico es real, objetivo y concreto porque, existe un adulto como realidad bio – psicosocial. El adulto es susceptible de educar durante toda su vida.

La sociedad exige para su propia supervivencia y desarrollo educar a sus miembros. El hecho andragógico adquiere dimensión práctica en la acción de la formación del adulto.

Es el proceso de orientación individual y social para lograr sus capacidades de autodeterminación o independencia. La manera práctica de conducir este proceso en función de necesidades y problemas de adulto  permita establecer las diferencias fundamentales de la educación del niño y del adolescente y la del adulto.